La comprensión de la Catedral de Santiago solo se puede considerar completa si se traspasan las puertas de su valioso museo. Su recorrido tiene el encanto de un apasionante viaje en el tiempo, porque combina espacios arquitectónicos admirables –que de otra manera no se pueden contemplar, como el claustro y la cripta- y miles de objetos del pasado romano de la ciudad, de las primeras peregrinaciones, las basílicas ya inexistentes y los tesoros acumulados por la Catedral en sus casi mil años de existencia.
El museo nació en 1930 como resultado de las excavaciones realizadas desde el s. XIX en pleno corazón de la basílica. Aquella histórica incursión en el subsuelo puso al descubierto capas y capas de enterramientos humanos y reveló los basamentos de los templos precedentes. Todo ello se reunió en cinco espacios que hoy muestran desde reliquias de santos de toda la Cristiandad hasta tumbas de reyes, lápidas y tapices, retablos y monedas, libros irrepetibles y dos grandes atracciones: el Coro de Piedra del Maestro Mateo y el conocido Botafumeiro.
Cripta (acceso desde la Plaza del Obradoiro)
La cripta románica se abre tras las escaleras de doble tiro de la fachada del Obradoiro. En su interior se asemeja a un templo en miniatura cuya cabecera recuerda a la original de la catedral. Lo más llamativo son los gruesos haces centrales de columnas, que soportan uno el peso del parteluz del Pórtico de la Gloria y otro el de la fachada del Obradoiro; y la riqueza decorativa de sus capiteles, muchos tallados por el taller de Mateo.
Su imponente bóveda de crucería es probablemente la primera de su tipo en construirse en España. Por ser la cripta representación simbólica de la Tierra a los pies del Cristo del Pórtico, su bóveda evoca la bóveda celeste, y muestra en sus claves dos ángeles que portan el Sol y la Luna.
El espacio vacío ha sido aprovechado para exponer en vitrinas la reproducción de los instrumentos que tocan los ancianos del Pórtico de la Gloria, así como piezas románicas y góticas que formaron parte de la Catedral.
Claustro (acceso desde la Capilla de las Reliquias o desde la Plaza del Obradoiro).
El acceso al claustro gótico-renacentista desde el Obradoiro se hace por una planta baja con salas arqueológicas que salvan el desnivel del terreno, pues el claustro propiamente dicho se ubica en la primera planta si se mira desde la plaza.
En estas salas se muestran los hallazgos de las excavaciones practicadas en la tumba del Apóstol y bajo la Catedral, que desenterraron restos del pasado romano y de las basílicas prerrománicas. En las salas dedicadas al Románico, además de repasarse la construcción de la actual catedral, llama la atención un tramo in situ de la antigua rúa de Valladares, conservada tal como estaba en el s. XV junto al anterior claustro románico. Allí destaca principalmente la reconstrucción parcial del coro de piedra del Maestro Mateo, que ocupó desde el s. XIII hasta el s. XVI la nave central de la Catedral. Obra única en toda Europa, se componía de sillerías baja y alta para el culto y la oración de los canónigos, con una fachada exterior que mostraba la visión apocalíptica de la Jerusalén Celeste. Cuando fue desmontado, algunas de sus piezas se añadieron a la fachada de la Puerta Santa y otras sencillamente se destruyeron. La reconstrucción de 17 sitiales, la cabecera y parte de la fachada permite imaginar el magnífico conjunto y su rica iconografía, en la que se ordenan profetas, apóstoles, coros de ángeles y un bestiario medieval.
Las salas de la entreplanta están dedicadas al arte de los s. XIII al XVIII, con esculturas, pinturas, telas y la interesante colección numismática medieval, que incluye tanto las monedas llegadas a manos de peregrinos de muchos países europeos como la moneda acuñada en Santiago por privilegio real.
Continuando el ascenso aparece el claustro renacentista del s. XVI construido por Juan de Álava, Gil de Hontañón, Juan de Herrera y Gaspar de Arce. El interior sigue el estilo plateresco. Sus cuatro grandes alas muestran una magnífica bóveda estrellada, una bella crestería y, en el suelo, las lápidas de los canónigos. En esa misma planta están la capilla del Alba y el archivo, no visitable, que custodia joyas como el Códice Calixtino y los Tumbos A y B de la Catedral.
En la zona central del claustro pueden verse las viejas campanas retiradas de la Torre del Reloj, entre ellas la Berenguela original, notablemente rajada. En el centro está la Fons Mirabilis, una fuente románica de granito que estuvo situada en la entrada norte del templo, la Puerta del Paraíso, y en la que según narraba el Códice Calixtino, podían asearse hasta 15 peregrinos a la vez para entrar en la Catedral limpios del polvo del camino.
A continuación se visitan la Sala Capitular, con su bella bóveda barroca de granito, un retablo de Santiago como peregrino (Gambino, 1754), muebles rococó y tapices flamencos, así como el lienzo de la Virgen de Guadalupe (s. XVIII) llegado de México; y la Biblioteca, que además de valiosos volúmenes e incunables, guarda, cuando no se utiliza en fechas especiales, el famoso Botafumeiro.
Completa el edificio del claustro, en la última planta, la colección de tapices de los s. XVI al XVIII, entre los que sobresalen los diseñados por Rubens con temas mitológicos; por Goya, con escenas costumbristas del s. XVIII, o por la Real Fábrica de Santa Bárbara, inspirados en cuadros de David Teniers. Desde el balcón de la última planta se contemplan toda la Plaza del Obradoiro, los tejados de la ciudad y los montes cercanos.
Capilla de las Reliquias, Panteón Real y Tesoro (acceso por el interior de la Catedral).
Tras el bello portal renacentista, la Capilla de las Reliquias, antigua sala capitular del s. XVI, guarda las sagradas donaciones llegadas de todo el mundo a manos de peregrinos, reyes y obispos en los casi mil años de historia de la basílica. Las exhibe en el magnífico retablo de cedro del Líbano (Maximino Magariños, 1924) donado por los gallegos emigrados a Cuba para sustituir al relicario del s. XVII, quemado en un incendio.
Allí destaca el caput argenteum, busto-relicario del s. XIV que guarda el cráneo de Santiago Alfeo, apóstol y primo de Jesús, traído a Santiago por el Papa Gregorio VIII en el s. XII. Lleva puesto el collar donado por Suero de Quiñones, un noble leonés que peregrinó a Santiago en 1435 tras batirse en duelo en el Puente de Órbigo con 300 caballeros por amor a una dama.
El Panteón Real muestra los sepulcros y las estatuas yacentes de reyes de Galicia y León fallecidos en los s. XII a XIV: Fernando II de León, Alfonso IX (VIII de Galicia), la reina Doña Berenguela (casada con Alfonso VII), Doña Juana de Castro (esposa de Pedro El Cruel) y Raimundo de Borgoña, sobrino del Papa Calixto II y yerno de Alfonso VI, entre otros.
El Tesoro, en la Capilla de San Fernando, reúne una gran colección de orfebrería litúrgica de los s. XI al XX, con piezas de oro y plata, piedras preciosas, marfiles y vidrios. Destaca la Custodia Procesional de Antonio Arfe, una joya de plata dorada que recorre las calles de Santiago el día del Corpus Christi.