Llegaremos a la Plaza de las Platerías, y alcanzaremos la bocacalle de la rúa da Raíña, en cuyos bajos abundan los bares, decenas de viejas tascas y restaurantes, que conviven con modernos locales, donde se cuece la sabrosa tradición gallega. En muchos aún se bebe el vino de la casa en tazas y se sirven generosas tapas. En las fachadas, alternando con las farolas, se amontonan las cartelas de hierro fundido con motivos decorativos: vieiras, cruces de Santiago o alusiones gráficas al nombre del establecimiento, algunos centenarios.
En los alrededores de la Praza da Quintana visitaremos varios bares y restaurantes de la Rúa da Conga.
En nuestro recorrido por estos locales probaremos vinos de las cinco denominaciones de origen de Galicia. Aquí se producen algunos de los mejores blancos del mundo, sin duda, pero también comienzan a despuntar espléndidos tintos. Galicia es curiosamente la única zona productora de España en la que a los vinos se les llama por el nombre de la uva que se emplea más que por el de la propia denominación de origen que la ampara: un ‘albariño’ es en realidad un vino de etiqueta Rías Baixas, que se cuentan entre los mejores blancos del mundo. Sucede también con la uva godello, cuyos vinos (D. O. Valdeorras) comienzan a destacar en concursos y catas. Y lo mismo pasa entre los tintos: se suele pedir un ‘mencía’, uva empleada en los caldos de la D.O. Ribeira Sacra, nacidos hace 20 siglos para satisfacer los paladares de los césares romanos. Se salvan de esta tendencia de apodos las otras denominaciones, orensanas ambas: Ribeiro, que ofrece tanto vinos blancos como tintos, y Monterrei, vinos de baja acidez.