S. XIII.
Tras el frondoso robledal de San Lourenzo, se levanta este palacio mandado construir por el Obispo de Zamora, Martín Arias, en el siglo XIII. Estuvo ocupado por franciscanos y en el siglo XIX pasó a ser propiedad de los condes de Altamira que lo empleaban como residencia. Estos Condes fueron los que trajeron para el palacio desde el convento de San Francisco de Sevilla el hermoso retablo de mármol de Carrara del siglo XVI. A pesar de las numerosas reformas, conserva las naves románicas del primer edificio. En la actualidad se explota como establecimiento de restauración.