La inauguración es una metáfora performativa del estancamiento: la música nunca cesa, los canapés endurecen y el tiempo se paraliza. El escenario es siempre familiar: las personas visitantes llegan, perciben una fiesta ya en marcha y sienten que llegaron tarde, pero la realidad es que La inauguración nunca termina de inaugurarse.
Esta acción, que es en sí una pieza artística, se escenifica como una celebración donde los asistentes son parte integral de la misma. Los restos del acto social, la disposición de los objetos y la memoria colectiva dotan al espacio de vida. A modo de experiencia inmersiva, el público se sumerge en una velada en aparente abandono donde las piezas de Los Bravú, Lúa Gándara, Francisco Ramallo, Miguel Scheroff y Francesc Rosselló evidencian la idea de temporalidad suspendida.