El dibujo de António Faria nace de una necesidad arcaica de conectarse con la naturaleza. En estado de permanente invención, su gesto está guiado por la memoria arraigada en el eje cristalográfico del tiempo, donde el pasado se funde con el presente y todo puede recrearse indefinidamente en el plano de la imagen. En está práctica de dibujo, el modelo es sólo un pretexto para la aventura sin un plan precio que comienza con cada nuevo trabajo. En el proceso de dibujo, el conjunto aparece como una autentica ficción, en la que el artista descubre su verdadera naturaleza, el infinito deambular.