¿A que no has visto un incensario tan grande como el de la Catedral de Santiago? Ni tan famoso: hasta tiene nombre propio. Se llama ‘Botafumeiro’, porque, dicho en gallego, ‘bota fume’ (echa humo). Este recipiente se usa desde hace muchos siglos para perfumar con incienso la Catedral. Imagínate lo útil que era cuando en la Edad Media llegaban cientos y cientos de peregrinos sin haberse podido lavar a lo largo del Camino… ¡Había que purificar el aire!
Hoy se puede ver durante algunas misas especiales. Y merece la pena, porque nunca lo olvidarás. Tras la Comunión, comienzan a sonar los órganos y aparecen los tiraboleiros, ocho hombres vestidos de granate que traen el Botafumeiro de la Biblioteca ya cargado de incienso y de carbón. ¡Vacío pesa unos 60 kilos! Entonces lo atan a una soga muy gruesa y con un sabio empujoncito el Botafumeiro empieza a balancearse como un péndulo, mientras los tiraboleiros tiran de él para que coja velocidad, suba y suba… ¡En un minuto y medio casi parecerá que va a tocar la bóveda! ¡Es sensacional!
Mucha gente mira el Botafumeiro con una mezcla de asombro y miedo. ¡Algunos hasta agachan las cabezas! Pero no temas: aunque llega a ir tan rápido como un coche, a casi 70 km por hora, nunca ha habido accidentes que lamentar… Bueno, alguno sí. Hace más de 500 años el Botafumeiro salió volando y se estampó contra la puerta de Platerías. Muchos años más tarde la cuerda se rompió y el incensario cayó al suelo. Y hace poco le rompió la nariz a alguien que se acercó demasiado… pero nada más. ¡Es una estupenda hoja de servicios para los 800 años de funcionamiento que lleva!, ¿no crees?