Obra: Museo de las Peregrinaciones y de la Ciudad.
Arquitectos: Manuel Gallego Jorreto.
Fecha: 2004-2011
Situación: Praza das Praterías
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En plena posguerra, las autoridades franquistas promovieron la sede del Banco de España en Santiago de Compostela. Romualdo Madariaga fue el autor del proyecto, que se construyó entre 1940 y 1945. Su emplazamiento excepcional, en la Plaza de Platerías, conforma un escenario urbano que, con este edificio, dibujan la fachada barroca de la Casa del Cabildo, la portada del brazo sur de la Catedral, aupada sobre una escalinata, y la fachada renacentista que cierra lateralmente su claustro. Madariaga de Céspedes realizó una interpretación mimética, a través de un severo neobarroco de volumen compacto, con la planta baja porticada, en su frente a la plaza. El empleo de sillería de granito de un tono similar al de los edificios históricos y un repertorio decorativo con formas del barroco local, contribuyeron a esta intención de diluir la presencia del siglo xx en Platerías.
El proyecto para transformar la antigua sede bancaria en el nuevo Museo de las Peregrinaciones y de la Ciudad, diseñado por Manuel Gallego Jorreto, se encontró con fuertes condicionantes, entre ellos, el de preservar la fachada. La oportunidad y el reto arquitectónico que supondría el diseño de una pieza contemporánea en un entorno monumental de tal valor generó un intenso debate ciudadano y arquitectónico. El propio arquitecto responsable del proyecto ofreció un argumento de peso para mantener la presencia del edificio de Madariaga, al referirse a la memoria colectiva de los compostelanos, que a lo largo de más de seis décadas, convirtió en parte sustancial del paisaje urbano una arquitectura cuyo valor es muy inferior al de las piezas vecinas.
La aparición de restos arqueológicos en la excavación de los sótanos retrasó las obras y se resolvió con la creación de un área expositiva que no estaba inicialmente prevista. Una gran superficie acristalada, en forma de galería abre el cerrado espacio interior hacia la Conga y, sobre todo, un gran lucernario en cubierta y una serie de vacíos interiores, permiten la relación visual, desde el interior del edificio con una dramática perspectiva de la mole de la torre catedralicia de la Berenguela.