El Camino de Santiago significa un sobreesfuerzo en relación con la vida cotidiana del peregrino, por lo que éste requiere una alimentación especial y cuidados asimismo particulares para la salud.
Antes de comenzar, para acostumbrarse al esfuerzo, es conveniente dedicar unas semanas a "entrenar" realizando recorridos a pie o bicicleta, sobre todo si la persona tiene hábitos sedentarios en la vida diaria. Al principio las distancias serán cortas, incrementándolas progresivamente.
Es muy recomendable que el peregrino se realice un sencillo reconocimiento médico para ponerse en marcha con la certeza de que su cuerpo no fallará, y que el ejercicio no será perjudicial a corto o medio plazo.
Alimentación
Dado que muchos albergues no ofrecen desayuno, o lo ofrecen después de la hora de partida de algunos peregrinos, éstos pueden llevar alimentos ricos en azúcar, como frutos secos, chocolate, caramelos, pan y bebida en la mochila, también para meriendas. La comida debe hacerse ligera, improvisando o acudiendo a los menús ‘del peregrino' que ofrecen muchos bares, modesto pero a precios accesibles. La comida más fuerte debe ser la cena, rica en proteínas, una vez finalizada la etapa.
Es muy importante hacer una buena ingestión de líquidos allí donde los haya, para suplir carencias posteriores, o llevar una botella de agua o bebida energética –buena para prevenir deshidratación y dolores musculares- si se prevé que no la habrá en los próximos 15 km .
Descanso
El descanso nocturno es fundamental, aunque difícil si el albergue está muy concurrido. Aún así, el cuerpo suele responder bien después del ejercicio realizado.
También debe pararse cada vez que sea necesario a lo largo de la etapa, buscando la sombra en verano, y aprovechando para aflojar el calzado o poner los pies en alto. El peso de la mochila puede aliviarse si se carga sobre las caderas en unas etapas y sobre los hombros en otra.
No hay que dudar en tomarse un día libre en una ciudad, si con ello se recuperan fuerzas físicas y emocionales.
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