A quienes logran llegar por sus propias fuerzas Santiago, les espera, en cualquier año, la recompensa de la Compostela, un diploma extendido por la Oficina del Peregrino para certificar que la ruta ha sido hecha con sentido cristiano. Lo obtienen los peregrinos que cubran los últimos 100 kilómetros a pie o a caballo, y los que en bicicleta recorran los últimos 200. En ambos casos debe portarse la credencial oficial de peregrino con uno o más sellos diarios de los albergues o las parroquias recorridas por cualquiera de sus rutas.