El barrio de Sar lleva el nombre del río que lo cruza. La aldea medieval creció alrededor del tradicional camino sur de entrada a la ciudad y su configuración quedó determinada además por el río y por el antiguo monasterio. El pequeño núcleo inicial se fue uniendo paulatinamente a la ciudad y los viejos caminos son hoy calles urbanas, aunque el barrio conserva todavía su esencia rural en sus huertas, todavía en producción, y en sus bien conservadas edificaciones tradicionales.
La visita a la Colegiata de Sar es obligatoria. Fue fundada en el año 1134 y después beneficiada por el primer arzobispo de Compostela, Diego Xelmírez. Es el edificio románico mejor conservado de Santiago, aunque de un modo casi milagroso: bien por un defecto en la fábrica, bien porque cedió el terreno frecuentemente anegado por las aguas del vecino río, las bóvedas bajaron, inclinando las columnas y los muros, por lo que en el siglo XVIII se le añadieron unos enormes contrafuertes que evitarán su derrumbe. El íntimo interior, de hermosas y armónicas proporciones, impresiona por esa embaucadora inclinación antigravitatoria de las columnas.
La edificación monacal anexa contiene el pequeño Museo de Arte Sacra de la Colegiata -donde se guardan los documentos más importantes de su historia y una buena colección de piezas arqueológicas- y también el claustro, que conserva un bello tramo románico.
El barrio de Sar está delimitado por el monte Gaiás, en el que se construye actualmente la Cidade da Cultura de Galicia, un gran equipamiento cultural que incluirá varios museos, biblioteca, hemeroteca, teatro de la ópera, centros de estudio, de servicios y de investigación y un amplio espacio forestal que reunirá las especies vegetales de Galicia, recreando el paisaje autóctono.
Al concurso, convocado por el Gobierno de Galicia en el año 1999 y que ganó el neoyorquino Peter Eisenman, se presentaron reconocidos arquitectos de todo el mundo. El proyecto ganador refleja la talla intelectual y creativa de su autor: se trata de una construcción topográfica, en la que las onduladas cubiertas de los diferentes edificios se adaptan y emulan el relieve del monte en el que se insertan, y que está surcado por profundas grietas por las que se circulará y accederá a los diferentes volúmenes que recrean el trazado urbano de las rúas del casco histórico.
Una vez comenzadas las obras, Eisenman propuso rendir un reconocimiento póstumo a su compatriota, integrando en la Cidade da Cultura las dos torres proyectadas por John Hejduk incialmente para el parque de Belvís, que el arquitecto concibió a la vez como homenaje y como correlato contemporáneo a las de la Catedral.
El formidable tamaño de este complejo cultural, que iguala en extensión al casco histórico compostelano, su valiosa arquitectura y su oferta cultural, completan la voluntad de Santiago de convertirse en una referencia indispensable en el circuito cultural internacional.