Entrando por la popular rúa de San Pedro y muy cerca del convento de Bonaval, atravesamos el espacio que ocupaba una de las siete puertas de la antigua muralla y nos adentramos en el antiguo recinto fortificado de la ciudad. El lugar se llama aún “Porta do Camiño”, pues fue y sigue siendo paso obligado para los peregrinos que vienen por la variante francesa del Camino de Santiago.
En su recorrido hacia la Catedral, los caminantes pasan por la llamada Rúa de Casas Reais, denominación ésta que nos recuerda que en este lugar se levantó un complejo de edificaciones que pertenecían a la Real Audiencia de Galicia en Santiago, institución bajo el poder y el control de la Corona Real.
Una vez llegados a la Iglesia de las Ánimas, nos llama la atención el sobrio clasicismo de esta construcción, en una ciudad donde predominan claramente los estilos románico y barroco. La fachada da muestras de la simplicidad constructiva del Neoclásico, sólo alterada por un altorrelieve con la representación del Purgatorio.
El templo fue levantado gracias a las limosnas de los devotos de las ánimas. En relación con esta obra, se cuenta una vieja historia de venganza artística. Una vez terminada la iglesia, cuando el arquitecto quiso cobrar el encargo, no quisieron pagarle su trabajo. Por ello esculpió el rostro de cada uno de los que le encargaron la obra y los dejó allí para la posteridad, quemándose en las llamas de este purgatorio, ante los ojos de toda la ciudad.