Trascurría el último cuarto del siglo XIX y Santiago seguía siendo una ciudad estancada económicamente, donde la clase social acomodada vivía de las rentas, dando la espalda a los cambios que llevaban hacia el progreso a la nueva Europa.
En aquel entonces, las clases sociales altas, los nobles rentistas, el alto clero y la burguesía de los negocios, solían exhibirse en los teatros, en el salón amarillo del Casino y en su palco del teatro. Los paseos por la Alameda también constituían un acto social, en el que las familias más ricas procuraban no mezclarse con otras gentes. Utilizaban para ello caminos separados. La clase alta circulaba por el pasillo central; la clase artesana y el pueblo, en general, lo hacía por los laterales. Y el superior estaba reservado para el clero, personas viudas y mayores. Los estudiantes podían pasear por donde quisieran. Era tal el significado social de este acto que los paseos de Semana Santa eran los elegidos para presentar a las señoritas en sociedad.
El espacio también acogía cada jueves el día de mercado de ganado, con la concentración de especies y tratantes venidos de las aldeas vecinas, que se detenían a degustar bajo los árboles el pulpo emergido de las vaporosas “potas”. Esa herencia festiva sigue tomando cuerpo en la noria, los tenderetes y la carpa de baile que pueblan los caminos y prados durante el Carnaval, las fiestas de la Ascensión –el sexto jueves tras Pascua de Resurrección- o el día de Santiago Apóstol, el 25 de julio.
Hoy en día, la Alameda permite pasear por cualquiera de sus andenes, a cualquier hora, y sin protocolos, recorriendo el Paseo Central, el Paseo de la Herradura, el Paseo de las Letras Gallegas o el robledal y la capilla de Santa Susana. Juntos componen el “parque y paseo más noble y bello de España”, a decir del escritor y ensayista gallego Otero Pedrayo.
Una curiosa figura recibe a los visitantes cuando entran desde la Porta Faxeira. Se trata de la escultura de Las Dos Marías, de César Lombera, que representa a dos personajes muy populares en el Santiago del siglo XX. Eran dos hermanas, costureras de profesión, que por sus vistosos trajes y rebuscados maquillajes llamaban siempre la atención de los viandantes en su paseo diario, aunque lo cierto es que tras dicha apariencia se ocultaba una trágica historia de represión que tuvo lugar durante los años más duros de la posguerra española.
Ahora les invitamos a que descubran por ustedes mismos los encantos de este parque sembrado de camelias, viejos robles, eucaliptos portentosos, de pabellones modernistas, capillas, fuentes y estatuas de diversos personajes gallegos; no sin antes darles el siguiente consejo: caminando por el Paseo de los Leones, descubrirán entre las ramas de robles y olmos el conjunto de la ciudad histórica y la gran Catedral, enmarcada en una postal inolvidable, tantas veces fotografiada, pero que hoy podrá quedar para siempre en su recuerdo.